miércoles, 23 de julio de 2014

Abrazos...


¿Qué es el placer?
El placer es una orientación natural del ser humano, buscamos placer desde que nacimos, y esta búsqueda no ha cesado a través de toda nuestra vida. Esta es una condición natural de nuestra naturaleza humana, pues la vida se crea, crece y se transforma gracias a que, debajo de todo, esta un silencioso impulso por encontrar placer.

El placer y la libertad de expresión
Hay muchas formas de definir lo que es placer, pero podríamos resumir que, debajo de toda búsqueda de placer, esta la necesidad de sentir libertad, la libertad de poder ser lo que queremos ser. Si. Uno de los mayores placeres del ser humano es ser amado así como es, sin tener que ser algo en particular, sin tener que guardar la compostura ni estar sujetos a condiciones, imposiciones, leyes, opiniones, temores, etc.. Ser amado por  lo que uno es, es una de las grandes necesidad, dificultades y conflictos de la mayoría de las personas, en unas se acentúa más esta necesidad, sobre todo en aquellas personas que, mientras crecieron, fueron condicionadas por su medio a que uno sólo podía ser amado si hacía tales o determinadas cosas y, cuando no se cumplían las expectativas o exigencias de los de “allá afuera”,  entonces se encontraba la mayoría de las veces rechazo, indiferencia, castigo o regaño. Con este tipo de conductas se afianzó la idea de que el amor era algo que se debía uno de “ganar”, pero no sólo eso, sino que era algo que además ponía en riesgo, porque ir por el o pedirlo, solicitarlo o demandarlo podía desatar una conducta contraria a la que se esperaba, dando como resultado el dolor.

Sexualidad y placer
La sexualidad es algo que se asocia casi inmediatamente con el placer.  Y mucho de lo que aprendimos acerca de cómo recibir y dar amor de pequeños, influye poderosamente en la forma en como vivimos y experimentamos la sexualidad y las expresiones físicas de afecto. Acercarnos a otro ser humano (y dejar que se nos acerquen) no siempre resulta fácil porque en el fondo, existe muchas veces le temor de ser rechazado o de crear una situación que aleje o disguste a la pareja. Pero además, esta el temor de “tomar de la vida” eso que queremos, no abrimos ni estiramos  los brazos con facilidad, no suavizamos el toque de las manos ni de la mirada, estamos como en guardia, a la defensiva, los hombros y el cuello tensos, las manos y sus articulaciones rígidas (aunque muchas veces no lo notemos), la mirada alerta, fría,  distante, todo de alguna forma calculado, “no se puede perder el control”.

Todas estas posturas corporales revelan, en el fondo, lo que se ha aprendido del amor: que es una estrategia, que debemos de mantener la imagen y comportarnos, que hay que ser y decir determinadas cosas: que hay que cuidarse. ¿Qué hay en el fondo de estas actitudes? El temor de mostrar lo que verdaderamente se siente y se es, porque, entre otras cosas, esto pone en riesgo del dolor.  El problema de todas estas defensas corporales, que resultan como una armadura en las personas que tienden a ser muy rígidas, inflexibles y poco sensibles, es que  no permiten que se disfrute plenamente ni de las relaciones con las personas ni de la plena sexualidad.

¿Cómo empezar a ser afectuosos?
Intentando abrazar y acariciar, poniendo en la mirada lo que realmente siente el corazón. ¿Cómo? Intentándolo. El problema de empezar a abrazar, acariciar o poner en la mirada nuevos sentimientos es que, cuando nunca se ha hecho, uno puede llegar a sentir timidez, resistencia, vergüenza, ridiculez: incluso ansiedad. ¿Por qué? Primero, porque intentar algo nuevo, sea lo que sea, siempre es un reto para la mente, la cual esta habituada siempre a funcionar bajo los mismos hábitos, conocimientos y comportamientos, porque eso es lo que la hace sentirse segura, es lo que sabe hacer. Segunda, porque como se explicó, se esta arriesgando uno a perder, y perder no es algo que suene atractivo para muchas personas.

Sin embargo, si uno no lo intenta, jamás uno podrá comprobar las sensaciones tan placenteras que se empiezan a liberar cuando uno empieza a estirar los brazos, por ejemplo, para llegar a acariciar una mejilla, o como de pronto “crece” y se “alza” el corazón cuando se estrecha un cuerpo fuertemente, para luego soltarlo y volverlo a estrechar. ¿Por qué hay tanto placer en estas acciones de acercamiento?  Porque en el abrazo, la caricia o la mirada honesta, sincera y amorosa, está uno de los mensajes más poderosos de aceptación incondicional. Tanto darlo como recibirlo es empezar a conectar el corazón con la periferia del cuerpo, y el cuerpo con el mundo, es una forma de empezar a entablar un contacto emocional con lo que nos rodea. Y esto es, lo que a final de cuentas, más anhela un corazón distante: sentir que está conectado a su corazón: que tiene vida.

Aunque estas formas de acercamiento pueden ser una suave invitación al amor sexual, no siempre tienen que tener este destino. El poder de los abrazos y demás muestras afectivas bien se pueden hacer su efecto en los hijos, los amigos, animales, etc. Se podrían ahorrar sin duda muchas consultas a psicólogos e incluso muchas enfermedades y doctores (pues estas actitudes tienen efectos curativos) si uno se obligara a abrazar y acariciar ya sea con las manos, la mirada o la palabra con más corazón cada vez, hacerlo sin un propósito en particular, vencer la barrera de resistencia que pudiese existir al principio y decirlo o hacerlo así como se siente, y si no se siente, obligarse un poquito, sabiendo que el principal regalo de amor es para nosotros mismos.  

Quienes durante sus primeros años de vida no han recibido caricias de sus padres son más propensos a tener dificultades para dar o recibir afecto, a mantener una postura corporal rígida y a ver limitada la expresión de su emotividad. 

Son personas que cuando llegan a la adultez tienden a evitar el contacto físico con los demás, a verlo inapropiado o incluso ?sucio? Tienden a ser personas distantes, ?frías? Personas que también tienen dificultad para sentirse queridas y aceptadas por quienes les rodean.

?Para crecer, desarrollarnos y sobrevivir, los seres humanos necesitamos del contacto con otros seres humanos, a través del afecto, la ternura, la caricia, la mirada, la palabra o los gestos. Devenimos personas gracias a la caricia, el cuidado, el afecto, la atención, la compasión y la gratitud, que damos y recibimos?, señala Maite Artiaga, que imparte cursos de ?Relaciones sanas y conscientes? y ?Educación emocional?. 

Algunas investigaciones, señala la experta, han demostrado que la falta de caricias, puede provocar en el bebé un retraso en su desarrollo psicológico y una degeneración física que incluso le lleve a la muerte a pesar de tener el alimento y la higiene necesarios para sobrevivir. 

Cuando no recibimos una cantidad mínima de caricias entramos en un proceso de enfermedad. Y esto es válido a cualquier edad. 
Los abrazos conscientes son uno de los mejores antídotos para sanarnos. ?Al abrazar, se liberan los sentimientos y se comparten, se involucra una gran parte del cuerpo y las personas se envuelven mutuamente, dejando en segundo plano los pensamientos, para disfrutar de esa manifestación de confianza, afecto y entrega: en definitiva: amor?, según Artiaga. 

Tocar y ser tocados es un arte que se aprende con la práctica. Cuanto más habitual resulte, mejor podremos distinguir el toque tierno y cariñoso del curativo, del consolador, del que nos transmite seguridad o de ese otro contacto de carácter abierta o provocativamente sexual. 

Tocar y ser tocados es una necesidad física y emocional, cualquiera que sea nuestra edad. La rigidez facial, la ausencia de sonrisa, la hostilidad, la falta de apertura y espontaneidad podrían tener que ver con el denominado ?hambre de piel?, según algunos expertos. 

El ansia de contacto es un apetito emocional que necesita ser saciado, un deseo que debemos intentar satisfacer, para sentirnos bien, confiados y seguros, aunque siempre respetando al otro. Si el respeto y el sentido de la medida acompañan a la caricia, el apretón de manos o el abrazo, difícilmente el destinatario se sentirá incómodo, invadido o confuso. 

La mejor manera de expresar afecto, solidaridad, cercanía, cariño, es tocando al otro. Así, mediante la comunicación corporal, le hacemos saber que nuestro cuerpo siente lo mismo que comunicamos con palabras o gestos."

Y es que las caricias no son importantes sólo en la infancia, sino en cualquier etapa del ser humano; se han observado casos de somatización, es decir, las personas que presentan un cuadro de enfermedad física que en realidad proviene de un malestar psicoafectivo, esto se da netamente a nivel inconsciente con el objetivo de buscar aprobación de su entorno, las personas no lo hacen a propósito, y presentan síntomas reales. El reconocimiento de la existencia es básicamente lo que motiva a la humanidad a seguir adelante, a vivir con carisma, por tanto las caricias (toques, cariños y estímulos) son la unidad de reconocimiento humano.
Una forma de recibir caricias es actuando, ya que las personas valoran más el hacer que el ser, así pues según los comportamientos las personas hacen caricias condicionales por “hacer”, existen las caricias positivas por hacer lo correcto y las caricias negativas (reclamos, reprensión) por hacer lo equivocado. Asimismo cuando un niño no recibe caricias positivas, comenzará a probar conductas hasta que descubra aquellas que los padres aprecian, aprendiendo a manipular el ambiente para conseguir la atención y caricias necesarias, porque es una necesidad ser reconocido y amado. Un punto importante es que nuestra forma tradicional de relacionarnos estimula mucho más los comportamientos patológicos que los comportamientos sanos, dado a que usualmente se tienden a realizar más caricias negativas que positivas.
Es por ello que los mensajes recibidos en la infancia son esenciales para la construcción de la personalidad, pues las persona termina interiorizando y obedeciendo lo que los padres han reforzado por medio de caricias, las positivas estimulan conductas adecuadas y del mismo modo las caricias negativas refuerzan conductas inadecuadas, éste último puede ejercer una auto-limitación de la persona respecto a la forma de verse a si mismo, generando como consecuencia una baja autoestima.
Es común en algunas de nuestras familias de generaciones pasadas (incluso actuales), el uso mínimo de caricias en sus hijos, algunas veces las demostraciones de afecto se dan por medios materiales, el hecho notorio es que cuando una persona no recibe caricias, se acostumbra a no darlas, convirtiéndose en una persona como muchos dirían “seca”, que se le dificulta considerablemente demostrar sus sentimientos y comunicarse; hay que tener cuidado porque éstas personas al no demostrar lo que sienten, no aprenden a resolver problemas en el instante que surgen, pueden reprimirse y tener graves consecuencias, para si mismos y para personas cercanas.

Lo ideal es que los miembros de la familia aprendan a comunicarse, a dar amor exigente y responsable, romper con las cadenas de las generaciones pasadas, la idea es cambiar el mundo y ser felices ¿no?, y que mejor idea que comenzar en casa, así que converse con sus hijos calmadamente explicándoles lo que han hecho inadecuadamente, baje el tono de voz (el gritar no le da más autoridad), y consiéntalos siempre, no solo cuando hagan cosas buenas, porque el amor es incondicional y la familia es el pilar de la sociedad; tal como dicen, ¡todo viene de casa!.

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